29 de gener del 2010

Invictus

echar las cartas con webcam

Una película sobre Mandela, la transición de l'apartheid a la democracia en Sudáfrica... y el rugby. Clint Eastwood nos ofrece, sin dejarnos ni un segundo de respiro, la gran película (hasta hoy) sobre este deporte, que va a ser descubierto por mucha gente que sólo lo conoce de nombre y de lejos. En el aspecto visual, son impresionantes algunos planos de los partidos, en acciones como la haka de los All Blacks, en las melés o en las carreras hacia la línea de ensayo.


1995: la Copa del Mundo se celebra en una Sudáfrica que estrena un régimen más igualitario. La selección nacional, los Springboks (el nombre hace referencia a un antílope del sur de África), son odiados por la población negra porque han sido uno de los símbolos de la cruel represión de la mayoría negra por parte de la minoría blanca.

Mandela (Morgan Freeman) ve aquí la ocasión de unir a todo el país en torno a un proyecto, en este caso deportivo, y de hacer avanzar la reconciliación entre todos los habitantes del país, hacia la “nación arco iris”. El objetivo, ganar la Copa del Mundo en casa con el apoyo de todos, será complicado. Ni los Springboks están en su mejor momento deportivo, ni la mayoría negra está por la labor de apoyar a los del “sagrado polo verde y dorado” al que asocian justificadamente con represión, injusticia y muerte (de hecho, la mayoría negra -un 80% de la población- sólo cuenta con un jugador en la selección), ni los adversarios lo pondrán fácil. Especialmente la potentísima selección de Nueva Zelanda, los All Blacks, que cuentan con Jonah Lomu, quizás el mejor jugador de la historia, que llegaría a ser la primera “estrella global” del rugby.

Pero un poema, Invictus, de William Ernest Henley, que ayudó a Mandela a resistir sus 9.000 días de cautiverio en las cárceles del apartheid, y que el presidente entrega a François Pienaar (Matt Damon), capitán de los Springboks, puede volver a ser importante...


Invictus (de William Ernest Henley - 1875)

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma

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