24 de maig del 2006

Miscel·lània


M i s c e l · l à n i a

Com feia temps que no posava res, aqui van vàries cosetes sobre diversos "temes d'actualitat"

Sobre les "cel·lebracions" del Barça...
Juli Sabaté, a El Periódico. (cal registre gratuït).

QUÉ NOS EXTRAÑA SI SOLO VALE GANAR

El deporte mueve pasiones, solemos decir. Y es verdad, nos emocionamos (reímos y lloramos, cantamos y gritamos). También nos sale la vena vandálica: a veces destrozamos.
(...) Uno. Destruir es un acto humano: forma parte de las capacidades humanas (en una guerra nos dedicamos a destruir por definición).
(...)Dos. (...) un mismo estímulo (victoria deportiva) puede provocar reacciones diversas (por ejemplo, desde un incremento de la vida sexual hasta actos de vandalismo).
(...) Tres. Y el deporte (¡ay el deporte!) se ha industrializado. Ya no se trata de participar, sino de ganar. A esto se le llama la profesionalización. (...) Por tanto, el deporte hoy es tan anómico como cualquier otro sector económico. La anomia consiste en lograr los objetivos sin preocuparse de los medios: ganar como sea y al precio que sea, incluso con trampas (a todos nos parece normalísimo cometer faltas tácticas y elogiamos al jugador hábil para cometerlas), que es como decir que a todos nos parece normalísimo realizar pequeños actos delictivos y elogiamos al pequeño delincuente.
(...) Cinco. (...) En este contexto, como estamos más solos que la una (masificación, anonimato, incomunicación...), tenemos la necesidad de nuevos identificadores espectaculares: los deportes y los deportistas (con nuevas liturgias, ritos y mitos); (...) Todo ello hace que nos resulte mucho más relevante un tipo que chute bien que un médico que opere bien o un lampista que arregle bien las tuberías; idealizamos, imitamos, nos identificamos con el tipo que chuta bien. (...) En fin, que cuando nuestra iglesia gana (somos los mejores del mundo mundial) tenemos un potentísimo orgasmo colectivo, porque ganamos lo que en nuestra vida de cada día no ganamos y, por tanto, nos alocamos, bebemos, nos abrazamos a desconocidos, hacemos ruido, circulamos mal (¡ay la Tura!) e incluso destruimos (¡destruimos cuando ganamos!).
Seis. (...). Los niños son los reyes del mambo porque hay pocos. Los sobreprotegemos y les ponemos los menores límites posibles. La sobreprotección se convierte en desprotección, porque la falta de límites les deja indefensos ante la vida. Y cuando llegan a adolescentes y a jóvenes, se encuentran en un grupo situado en tierra de nadie (ya no tienen los derechos del niño ni los derivados de los deberes del adulto), descolocado socialmente, ergo inseguro, y lógicamente agresivos. (...) Todo ello sin que nadie les diga que lo que está bien no es necesariamente lo que les gusta.
Siete. Cambios económicos. Hay que ganar como sea (quien no gana es tonto: anomía absoluta); y el trabajo no es tan importante como creíamos antes (lo hay menos y lo valoramos menos). Total, que cogemos a los jóvenes y adolescentes (mimados y desprotegidos de niños) y les decimos cosas tan paradójicas como que tienen que ganar como sea y que el trabajo no es tan importante. (...) Quizá deberíamos contar también con un cambio político: algunos de ellos pueden haber decidido que no hay nada que hacer (siguiendo la larga tradición de la lucha directa) y aprovechan cualquier resquicio para poner en evidencia las contradicciones de esto que convenimos en llamar sistema.
Ocho. (...) ¿Y cómo explotar mejor que demostrándonos el enfado incluso en la victoria? ¿Y, además, con la impunidad que dan la masificación y la locura colectiva?
Y nueve. En síntesis, que si destruir no es inhumano, y existe gente para todo, y la población joven es más explosiva en sus reacciones, y además están enfadados porque están inseguros, y creen que les engañamos. Y si además el fútbol es la nueva religión que da sentido a la vida y permite identificarnos con alguien que gana, y es anómico porque lo que importa es ganar como sea, no debe extrañarnos tanto que algunos lo celebren destrozando.

Sobre els robatoris a cases aillades...
Joan Barril, a El Periódico. (cal registre gratuït).

CALMA VIGILANTE
De todos los males que pueden caer sobre una sociedad no hay peor mal que el miedo. Por miedo los pueblos se arman, se desconfía del extraño, se ven gigantes ahí donde solo hay molinos, se duda de lo que nos llevamos a la boca, ya sea un beso o un bombón. El miedo hace de las personas un amasijo de células asustadas.
(...) La necesidad absurda de creer que nuestra casa va a ser de ahora en adelante un castillo y que nuestro barrio podrá administrarse como lo hacían los pueblos primitivos: con guerreros protegiendo a los recolectores y a las familias y venciendo a la noche con la luz y el fuego que ahuyenta a las alimañas.
(...) Pero hoy la inseguridad es más virtual que real. No se puede ocultar que una banda de violentos itinerantes está recorriendo el litoral mediterráneo. Y el efecto multiplicador es enorme.
(...) La primera protección, sin duda, será conocerse, hablarse y defenderse los unos a los otros. Informarse mutuamente de los movimientos de los que viven cerca y sentir que nuestra casa aislada ya no está tan aislada. Si hasta ahora temíamos a los fisgones del vecindario, ahora hay que abrir las puertas a los vecinos, confiar en el grupo, sentirse cerca de los que también sienten la amenaza. Ante la imposibilidad de poner un policía detrás de cada ciudadano, la ciudadanía debe organizarse en el control social. De nada servirá convertir una urbanización en Fuerte Apache. Convertir nuestra casa en cárcel no compensa. La vigilancia y la ayuda mutua, en cambio, nos dignifican.

Me tengo que ir. Mañana más.