m i e d o . . .
Precaución, ¡claro!. Pero el miedo... ¿es la solución?
Lenore Skenazy,´la peor madre de América´
"Deja a tu hijo moverse solo, no lo secuestres..., ¡confía!"
VÍCTOR-M. AMELA - 30/10/2009
Tengo 49 años. Nací en Chicago y vivo en Nueva York. Soy columnista en un centenar de diarios de Estados Unidos. Estoy casada y tengo dos hijos, Izzy (11) y Morry (13). Voto demócrata, me gustan Obama y Hillary Clinton. Soy judía. Dejé a Izzy ir solo al colegio... ¡y vaya escándalo!
¿Estoy ante la peor madre de América?
Ese título me han colgado.
¡Algo habrá hecho para merecerlo...!
Sí: confiar en la vida, en el mundo, en la gente y en mi hijo.
¿Confiar?
Confiar en que mi hijo Izzy, a los 9 años, podía ir y volver él solito de casa al colegio.
¿Y podía?
Claro: desde pequeño ha viajado en metro conmigo y su padre, y días antes de dejarle ir solo, repasamos el trayecto con él.
¿Y qué decía Izzy al respecto?
Como la mayoría de chavales, él anhela sentirse independiente, autónomo, sentirse mayor: le ilusionaba moverse solo por Nueva York, y sabíamos que tenía plena capacidad para hacerlo. Y le dejamos hacerlo.
¿Y dónde estuvo el problema, pues?
En que un policía, al verle solo en el metro, le detuvo: "¿Dónde vas solo, tan pequeño? ¿Lo saben tus padres?", le preguntó. No se creyó que le hubiésemos dejado moverse solo por el metro de Nueva York...
¿Y qué pasó?
Se lo llevó a comisaría y me llamaron a casa.
Vaya susto, ¿no?
Me sobresalté. Por teléfono le confirmé al agente que yo había permitido a mi hijo salir solo. El policía no daba crédito: "¿Y no le preocupa lo que pueda pasarle a su hijo?", inquiría, atónito. ¡Temí ser arrestada!
¿Y no le inquietaba que fuera solo?
¿Qué podía pasarle? ¿Ser robado? ¿Agredido? ¿Secuestrado? ¿Violado? ¿Asesinado? ¿Descuartizado? ¡Por favor! Ese modo de pensar tóxico es mayoritario hoy en mi país, con unas consecuencias espantosas...
¿Qué consecuencias?
Tener tanto miedo a monstruos que atacarán a nuestros hijos ¡convierte a los padres en verdaderos monstruos para sus hijos!
Tanto como eso...
¡Los padres roban a sus hijos la infancia y el gusto por la vida, inoculándoles recelo y miedo! Están encapsulándolos, incapacitándolos para vivir en sociedad. Mire, yo relaté lo sucedido con mi hijo Izzy en mi columna periodística, y asistí a dos reacciones...
A ver: una...
Se me acusó de desocuparme de mi hijo, de ser mala madre, negligente, perezosa, pasota, culpable de lo que le pasara a mi hijo...
La peor madre de América, vamos.
Pero la otra cosa que pasó es que recibí cartas de chavales. Le leo una: "Tengo 15 años. Me llevan en coche de casa al colegio, mi vida es ver la tele, videojuegos... Es divertido un rato..., ¡pero no tengo libertad!: no puedo jugar en el jardín porque mis padres tienen miedo a que me secuestren o me maten. ¡No quiero que mis hijos, si un día los tengo, vivan como yo!".
Se trata de un caso extremo...
No, es común. Cuando yo era niña, correteábamos por la calle, los niños repartían diarios, las niñas de 12 años hacíamos de canguro a niños pequeños, o cantábamos por las casas pidiendo aguinaldos... ¡Nada de eso se permite hoy! Sólo un 10% de los niños de mi país van solos al cole.
Habrá aumentado la inseguridad...
¡Mentira! El índice de seguridad vuelve hoy a ser el mismo que el de 1963, y Nueva York es de las ciudades más seguras del país.
Entonces, ¿a qué responde tanta sobreprotección?
La televisión sabe que repetir sucesos luctuosos, crímenes, tragedias, niños secuestrados, una niña asesinada... nos estremece, atrae, magnetiza y vende. Y lo hacen: ¡los repiten sin descanso! ¿Pasa esto en España?
Estamos en ello.
El efecto de esto es que la gente se queda con un mensaje: "La calle es peligrosa, ¡mi hijo está en peligro!". E incluso algo peor...
¿Qué?
¡Acabas viéndote a ti mismo como criminal! "Si un vecino me deja a su hijito, ¡qué irresponsable es!, porque yo podría...".
¿Qué medidas tomaría usted si mandase en Estados Unidos?
Que no se arreste y enjuicie - como ahora-a padres que dejan un rato a sus niños solos en casa o les permiten salir solos a la calle.
Pobres padres...
Y pobres hijos: cosificados, convertidos en inútiles, no sabrán desenvolverse mañana. ¡Démosles la oportunidad de espabilarse!
¿Cómo?
Déjale que vaya a comprar el pan o el periódico, déjale que complete una vuelta a la manzana en bici él solo, déjale que vaya a comprarse un helado... Enséñale, ¡y suéltale! Ser buenos padres consiste en eso.
¿Qué otro consejo daría?
Me escribió el otro día un señor de 90 años: "Recuerdo el día en que, con 10 años, me dejaron subir solo al tren...". Tras casi un siglo de intensa existencia, ¡Segunda Guerra Mundial incluida!, al final de su vida, ¿quién era ese hombre, quién había sido siempre? ¡El niño valiente que subió solo al tren...!
Confianza es el mensaje, ¿verdad?
Confía más en lo que ves que en la tele: ¿secuestran cada día a un niño en tu ciudad?
¡No!
Pues no lo secuestres tú: ¡tenemos secuestrados a nuestros hijos! Alguien me soltó: "Esta madre prefiere darle a su hijo un día de diversión a una larga vida", ¡dando por hecho que alguien matará a mi hijo!: así de aberrante es la mentalidad estadounidense.
¿Qué es lo peor que le han dicho?
"¡Ojalá algo horrible le pase a tu hijo, para que aprendas!".
Ese título me han colgado.
¡Algo habrá hecho para merecerlo...!
Sí: confiar en la vida, en el mundo, en la gente y en mi hijo.
¿Confiar?
Confiar en que mi hijo Izzy, a los 9 años, podía ir y volver él solito de casa al colegio.
¿Y podía?
Claro: desde pequeño ha viajado en metro conmigo y su padre, y días antes de dejarle ir solo, repasamos el trayecto con él.
¿Y qué decía Izzy al respecto?
Como la mayoría de chavales, él anhela sentirse independiente, autónomo, sentirse mayor: le ilusionaba moverse solo por Nueva York, y sabíamos que tenía plena capacidad para hacerlo. Y le dejamos hacerlo.
¿Y dónde estuvo el problema, pues?
En que un policía, al verle solo en el metro, le detuvo: "¿Dónde vas solo, tan pequeño? ¿Lo saben tus padres?", le preguntó. No se creyó que le hubiésemos dejado moverse solo por el metro de Nueva York...
¿Y qué pasó?
Se lo llevó a comisaría y me llamaron a casa.
Vaya susto, ¿no?
Me sobresalté. Por teléfono le confirmé al agente que yo había permitido a mi hijo salir solo. El policía no daba crédito: "¿Y no le preocupa lo que pueda pasarle a su hijo?", inquiría, atónito. ¡Temí ser arrestada!
¿Y no le inquietaba que fuera solo?
¿Qué podía pasarle? ¿Ser robado? ¿Agredido? ¿Secuestrado? ¿Violado? ¿Asesinado? ¿Descuartizado? ¡Por favor! Ese modo de pensar tóxico es mayoritario hoy en mi país, con unas consecuencias espantosas...
¿Qué consecuencias?
Tener tanto miedo a monstruos que atacarán a nuestros hijos ¡convierte a los padres en verdaderos monstruos para sus hijos!
Tanto como eso...
¡Los padres roban a sus hijos la infancia y el gusto por la vida, inoculándoles recelo y miedo! Están encapsulándolos, incapacitándolos para vivir en sociedad. Mire, yo relaté lo sucedido con mi hijo Izzy en mi columna periodística, y asistí a dos reacciones...
A ver: una...
Se me acusó de desocuparme de mi hijo, de ser mala madre, negligente, perezosa, pasota, culpable de lo que le pasara a mi hijo...
La peor madre de América, vamos.
Pero la otra cosa que pasó es que recibí cartas de chavales. Le leo una: "Tengo 15 años. Me llevan en coche de casa al colegio, mi vida es ver la tele, videojuegos... Es divertido un rato..., ¡pero no tengo libertad!: no puedo jugar en el jardín porque mis padres tienen miedo a que me secuestren o me maten. ¡No quiero que mis hijos, si un día los tengo, vivan como yo!".
Se trata de un caso extremo...
No, es común. Cuando yo era niña, correteábamos por la calle, los niños repartían diarios, las niñas de 12 años hacíamos de canguro a niños pequeños, o cantábamos por las casas pidiendo aguinaldos... ¡Nada de eso se permite hoy! Sólo un 10% de los niños de mi país van solos al cole.
Habrá aumentado la inseguridad...
¡Mentira! El índice de seguridad vuelve hoy a ser el mismo que el de 1963, y Nueva York es de las ciudades más seguras del país.
Entonces, ¿a qué responde tanta sobreprotección?
La televisión sabe que repetir sucesos luctuosos, crímenes, tragedias, niños secuestrados, una niña asesinada... nos estremece, atrae, magnetiza y vende. Y lo hacen: ¡los repiten sin descanso! ¿Pasa esto en España?
Estamos en ello.
El efecto de esto es que la gente se queda con un mensaje: "La calle es peligrosa, ¡mi hijo está en peligro!". E incluso algo peor...
¿Qué?
¡Acabas viéndote a ti mismo como criminal! "Si un vecino me deja a su hijito, ¡qué irresponsable es!, porque yo podría...".
¿Qué medidas tomaría usted si mandase en Estados Unidos?
Que no se arreste y enjuicie - como ahora-a padres que dejan un rato a sus niños solos en casa o les permiten salir solos a la calle.
Pobres padres...
Y pobres hijos: cosificados, convertidos en inútiles, no sabrán desenvolverse mañana. ¡Démosles la oportunidad de espabilarse!
¿Cómo?
Déjale que vaya a comprar el pan o el periódico, déjale que complete una vuelta a la manzana en bici él solo, déjale que vaya a comprarse un helado... Enséñale, ¡y suéltale! Ser buenos padres consiste en eso.
¿Qué otro consejo daría?
Me escribió el otro día un señor de 90 años: "Recuerdo el día en que, con 10 años, me dejaron subir solo al tren...". Tras casi un siglo de intensa existencia, ¡Segunda Guerra Mundial incluida!, al final de su vida, ¿quién era ese hombre, quién había sido siempre? ¡El niño valiente que subió solo al tren...!
Confianza es el mensaje, ¿verdad?
Confía más en lo que ves que en la tele: ¿secuestran cada día a un niño en tu ciudad?
¡No!
Pues no lo secuestres tú: ¡tenemos secuestrados a nuestros hijos! Alguien me soltó: "Esta madre prefiere darle a su hijo un día de diversión a una larga vida", ¡dando por hecho que alguien matará a mi hijo!: así de aberrante es la mentalidad estadounidense.
¿Qué es lo peor que le han dicho?
"¡Ojalá algo horrible le pase a tu hijo, para que aprendas!".
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